Latigazos, “perreo” y polémica (BBC Mundo)

“¡Castígala! ¡Dale un latigazo!”. Los altavoces escupen los versos de Daddy Yankee y en la pista las parejas bailan el reggaetón con movimientos más que sugerentes.

“Eso perra, dile que eres a fuegote, que te gusta el azote”, grita el dúo puertorriqueño Zion y Lennox y la multitud delira. El ritmo pegadizo obliga a mover las caderas.

El reggaetón es una música refrescante, sexy, potente e imbatible a la hora de bailar, dicen sus fans.

Pero muchos otros lo consideran una danza obscena, un ritmo insoportable con letras vulgares que denigran a las mujeres y ensalzan el crimen.

La forma de bailarlo, el provocativo “perreo”, genera escándalo y el asunto hasta llegó a los congresos de varios países como Puerto Rico, Venezuela y Honduras donde hubo intentos de censurarlo.

¿Prohibirlo o bailarlo?

A esto se suman las críticas a la melodía repetitiva -que para muchos “ni es música”, como se puede leer en uno de los tantos blogs dedicados a defenestrar el género-, a la tiraera (acusaciones entre cantantes) y al bling bling u ostentación de joyas y objetos lujosos.

Cuando en Puerto Rico explotó el reggaetón, se presentaron proyectos de ley para regularlo e incluso prohibirlo en las escuelas.

Pero la magnitud de las ventas relegó cualquier censura. Incluso una congresista que quería prohibir el “perreo” terminó cantando reggaetón en su campaña.

En España, el Instituto Canario de la Mujer reunió casi dos mil quejas por la emisión de videos de este género en la televisión.

Ser real

Aparte del contenido sexual, en el reggeatón abundan las referencias al mundo gánster y en algunas canciones se utilizan efectos de sonido que imitan balazos o ruidos de cargadores de pistola.

En una entrevista anterior con BBC Mundo el cantante Daddy Yankee, considerado “el Rey del reggaetón”, dijo que la cuestión es “que nosotros estamos hablando de la realidad que sucede en las calles.”

Por su parte la socióloga y periodista puertorriqueña Raquel Rivera, coautora del libro “Reggaetón” (Duke University Press, 2009), coincidió en que el género, aunque es más explícito que otros, no hace más que reflejar la realidad.

“Hay un gran problema de sexismo y de hiperviolencia,” dijo a BBC Mundo. “Vivimos en una cultura donde en las películas y la música se glorifica a la violencia y el sexo. Nosotros creamos eso, las generaciones anteriores somos responsables. No podemos acusar al reggaetón como si fuera una excepción.”

Según Rivera, quien fue investigadora del centro de Estudios de Puerto Rico en la Universidad de Nueva York, en esa isla se tomó a este ritmo como un “chivo expiatorio”.

Movimiento sexy

Además de las letras, el baile incomoda y hasta indigna a muchos: el “perreo”, cuyos lascivos movimientos dejan poco lugar a la imaginación y, según muchas mujeres, las hace quedar como meros objetos sexuales.

El mismísimo Tego Calderón –uno de los exponentes más famosos del género- admitió que no le gustaría que su hija bailara reggaetón. “Creo que a ningún padre le gustaría”, dijo al diario argentino Clarín.

En clubes de Estados Unidos se prohibió realizar fiestas donde se organizaban competencias de perreo.

Pero ¿tiene sentido tanta polémica? Al fin y al cabo, tal como destaca Rivera, a ninguna mujer se le obliga a bailar.

“No voy a decir que es una maravillosa liberación de la sexualidad humana, pero tampoco es justo decir que es una degradación de la mujer, porque si dos personas están bailando y expresando su sexualidad es asunto de cada cual.”

Odios y amores afloran cuando se oye reggaetón. Refinado o vulgar, monótono o cautivador, el ritmo se escapa a todo volumen de los estéreos de los autos, los parlantes de las discotecas y en las calles de los barrios de toda América.

Fuente: BBC Mundo

 

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